viernes, 18 de febrero de 2011

Col·laboració de Dolores Romero per a Antikeres

Un día me llamó mi familia por teléfono: mi padre estaba ingresado, le había dado una embolia.
Vivo muy lejos de ellos, los pocos días que conseguí en el trabajo los pase con mi familia, apoyándonos los unos a los otros, nos turnábamos para ir a pasar las noches con mi padre.

Es tan triste ver como una persona tan llena de vida, de ilusiones de amor se rompe, y lo único que piensas es que está vivo y no quieres que se vaya, que se quede a tu lado así roto, aunque haya perdido el habla y parte de la movilidad.

De repente cambia todo, tus prioridades, el sentido de tu vida, respiras y vives de otra forma.
Se me acabaron los días de licencia, me volví a mi trabajo lejos de mi padre enfermo y de mi madre, que se convirtió en su cuidadora, de día y de noche estaba al lado de mi padre, tiene artrosis y muchos años encima, pero allí estaba pasando las noches en un sofá, viviendo en la habitación del hospital, cogida de la mano de mi padre. Nosotras sus hijas por una causa u otra vivíamos alejadas del problema, en total entre salidas y entradas del hospital, mi madre pasó cuatro años durmiendo en un sofá.

Otro día me llamaron por teléfono, mi padre había muerto, yo no había estado a su lado para poder despedirme, murió mientras mi hermana mayor y mi hermana pequeña le estaban lavando en su cama de hospital.

Intento cuidar y mimar a mi madre por todo lo que hizo y por todo lo que yo no hice,
Se ha convertido en el centro de mi creación, quisiera retener cada gesto suyo y si pudiera... cada latido de su corazón.

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